Somos de Bolívar y tenemos todas las unidades de negocio acá en el Partido de Bolívar”, se presenta Agustín Juaristi ante la charla con ESPACIO PRIMIA. Forma parte de una nueva generación de productores agropecuarios que apuesta a la continuidad de las tradiciones familiares sin perder de vista el contexto y los avances del entorno.
En 2010 termino la secundaria y en 2011 me voy a estudiar a Buenos Aires la carrera de Administración Agropecuaria. En 2012 fallece mi papá y decido emprender la vuelta hacia Bolívar”, relata en el comienzo de la entrevista, y agrega que continuó estudiando a distancia y se recibió en 2015.
“Mi papá tenía una sociedad que estaba compuesta por sus hermanos, dos tías, un tío y mi abuela; entonces en lugar de mi papá ingresamos mi hermana y yo a la sociedad”, explica Juaristi. “Siempre mi familia se dedicó tanto a la agricultura como a la ganadería, haciendo fina y gruesa, y ciclo completo en cuanto a ganadería”, dice, y añade que “hacíamos cría y se engordaban los animales propios, pero lo que no hacíamos era la compra de invernada”.
“En 2013 decidimos vender la soja cuando se cosechó y empezamos a comprar los primeros lotes de invernada”, cuenta Agustín respecto a lo que significó un primer paso de adaptación a los nuevos paradigmas. “Quisimos generarle un valor agregado a lo que producíamos en el campo, porque en la parte de agricultura hacíamos tanto soja como maíz, entonces por una cuestión de evitar costos comerciales y de flete, incursionamos en el valor agregado al maíz específicamente, convirtiéndolo a carne”, relata. “Estuvimos todos de acuerdo en hacerlo, porque además estábamos en un contexto de retenciones y un dólar planchado”, recuerda.
“En 2016 se disuelve la sociedad y quedamos mi hermana y yo; seguimos haciendo ganadería y agricultura, más abocados al feedlot, a la terminación a corral, engordando lo propio y también comprando afuera”, detalla Juaristi, quién trabaja tanto en campo propio como arrendado.
“En lo que es cría tenemos 280 vacas madres, con las que realizamos creep feeding desde hace tres años, buscando principalmente aumentar la carga de vacas por hectárea, tratando de lograr mayores kilos al destete, y a su vez aliviábamos a la vaca”, asegura.
“Cuando se desteta el ternero de ese creep feeding pasa derecho al engorde, nosotros hacemos todo liviano para consumo interno, de 320-330 kilos desbastados”, explica, y recalca que “otra cosa que logramos es que ese ternero, una vez destetado, sufre menos el impacto y a su vez entra a comer a discreción, al otro día que se desteta, se lo deja en el corral una semana aproximadamente con el silo del cual ya venia comiendo cuando estaba con la madre, esto genera rapidez en la adaptación y una menor merma de kilos por destete”.
En torno a la dieta, Agustín cuenta que trabajan con 65% maíz y 35% concentrado, y con rollos de calidad en el corral, y destaca que ahora destetan animales de entre 200 y 230 kilos, mientras que hace unos años lo hacían con animales de entre 190 y 200 kilos. “Otra cosa que logramos es que el cuerpo de la parición se empareje más con la cabeza de la parición”, dice Juaristi, “ El creep feeding no es un costo sino una inversión”.
Dentro de sus unidades de negocio, también tiene su lugar preponderante el feed lot. “A fines de 2015, cuando se disuelve la sociedad que teníamos en familia, con mi hermana nos quedamos sin los corrales del feedlot, entonces decidimos hacer en los campos que nos habían tocado unas instalaciones para el feedlot”, enumera. A mediados de 2016 comenzaron con esa inversión, que terminó a finales de ese año.
“Generalmente ingresamos al feedlot animales de más de 180 hasta 240-250 kilos, dependiendo de la etapa del año y del valor del maíz”, afirma, y explica que “los días que los animales están en el feedlot dependen del peso de entrada, pero aproximadamente las hembras están entre 75 y 95 días, y los machos entre 110 y 120 días”
En relación a la alimento de los animales en encierre, Agustín revela la dieta utilizada: “Por lo general utilizamos 90% maíz y 10% concentrado proteico, si bien hay momentos en que decidimos incursionar con el poroto de soja, por una cuestión de practicidad preferimos seguir con el 90-10”, aunque aclara que están “mirando los costos todo el tiempo”.
Respecto del peso de faena de las hembras, opina que “hay que mirar dos cosas, en el corto plazo, al haber tanta incertidumbre y que estábamos con una sequía importante, en ese momento creo que era algo que se necesitaba porque se tuvo que hacer un destete anticipado de ese ternero o ternera y entraron al feedlot con 140-150 kilos y la realidad es que no había verdeos, pasturas, no se podía recriar o dejarla con la vaca y destetarla con 200-220 kilos, entonces creo que fue algo positivo, porque realmente podemos competir todos los productores, si alguien se la quiere llevar y hacer una recría porque tiene pasto, la puede hacer, y si alguien no tiene esa posibilidad la puede encerrar y terminarla sin tener que desprenderse del animal, más que nada en un contexto en el que hay falta forrajera, más oferta de invernada y por ende menos precio”.
Mencionando mercados alternativos o sustitutos de carne; y otras variables de la alimentación de los argentinos y del mundo, que no necesariamente tienen su origen en los campos. Trae a la charla una anécdota: “Volví hace menos de mes de un viaje en el que cuando fuimos a comprar una hamburguesa nos preguntaron si la queríamos con carne sintética o con carne vacuna, es algo que te choca”, asegura.
En ese aspecto, ve a la carne sintética “como un competidor y como una amenaza, creo que es algo a lo cual tenemos que estar muy atentos porque se han empezado a ver cambios muy importantes en el consumidor y me parece que como sector no le estamos dando la importancia de abordarlo como realmente habría que hacerlo”, dice, y recuerda que cuando en julio ocurrió lo de la protesta de veganos en la Sociedad Rural, “algunos se lo tomaron en broma y creo que está habiendo un cambio en el consumo que como sector tendríamos que empezar a tratar”.
De todos modos, no duda en aclarar que “el bienestar animal es lo primero que se busca, siempre se lo trata muy bien, acá hace años que no se utilizan rebenques, usamos banderitas y estamos usando cuatriciclos y no caballos, creo que es fundamental que el animal se encuentre tranquilo, que la bebida esté limpia y los corrales también”.
Siempre es fundamental ser consciente del contexto económico y productivo, porque eso lleva a tomar buenas decisiones. “Hoy estamos trabajando con una capacidad ociosa de entre el 50 y el 60%, debido a la incertidumbre y al período estacional, pero en el lapso de todo el año hemos hecho el ciclo de 3000 animales”, asegura el productor bolivarense.
Respecto a si recomendaría el feedlot como decisión de inversión, Juaristi considera que ellos lo miran como un complemento, “no hay que mirar al feedlot como una unidad de negocio, sino como algo integrado”, dice y aunque reconoce que “a veces el número cierra mejor que otras veces”, no duda que “lo primordial es buscar continuidad, más en el negocio de la ganadería que siempre se mira a largo plazo”. “Si hoy miramos la foto del feedlot, no es muy interesante ingresar o estar en el negocio, pero no hay que mirar la foto sino la película”, grafica.