Oriundo de San Carlos de Bolívar, Germán Sánchez nos cuenta cómo trabajan el tambo en la Escuela y cómo se combina la práctica con la educación. Hijo de productor agropecuario mixto, de ciclo completo con algo de agricultura, hoy ya cumple más de diez años instalado en Del Valle.
Don Sánchez se crió siempre en el campo, y ahí formó su propia familia. Llegando a ser encargado, la vida le regaló un gurí y una china. Al gurí lo llamo German, y cuando apenas podía se lo llevaba de recorrida para que conociera lo que su padre le había enseñado a él.
Germán vivo su infancia en una escuela primaria rural, y cada día volvía a su casa para salir corriendo a ver qué estaba haciendo el Tata. Ya en 6to. grado pidió ir a una escuela agrícola, sin saber que el destino ya le tenía reservado un lugar especial en una. Él quería saber todo lo que pudiera sobre cómo cuidar los animales y los cultivos.
Apenas terminó la primaria, se fue con un primo a Inchausti, en donde sabía que había una escuela como la que el buscaba. Seis años más tarde, salía por la misma puerta que entró solito con apenas 12 años, con el título de Bachiller Agropecuario con orientación agroalimentaria bajo el brazo. El orgullo de Don Sánchez era inmenso, pero no tanto la capacidad económica de la familia. Ya transformado en pequeño productor, con la herencia de su padre, no alcanzaba para costear estudios universitarios en Buenos Aires o La Plata. German entendió muy bien la situación, y sin reproche alguno, decidió que era hora de ponerse a trabajar y empezar a escribir su propio camino.
Tras su paso por algunas Estancias, e inclusive trabajando con un viejo empleador de su padre, un día tuvo la oportunidad de trabajar en la Escuela Agrotécnica Salesiana “Carlos María Casares”.
— ¿Hace cuánto estás en la Escuela?
– En este año ya cumplí 13 años en la Escuela. Al principio, entré en la parte de cría ganadera. Ocupándome de todo los temas relacionados con la producción y viendo la parte práctica con los chicos. Unos años más tarde, me propusieron hacerme cargo del tambo. Me gusto el desafío, me pareció interesante, asique sin más, acepté. Hoy soy Encargado del tambo en la escuela.
— ¿Cómo es tu día en la escuela?
– El día a día acá es algo diferente a un tambo común, es especial. Lo lindo de mi actividad es la parte pedagógica. Nosotros tenemos que producir, pero con los chicos. Enseñándoles y compartiendo el conocimiento de cada parte del proceso e involucrándolos en la actividad.
Tengo chicos desde 3er año hasta 7mo, el último. Soy instructor en la materia de forrajes en 3er año, orientado al tambo. Me encanta todo lo relacionado al pasto, pasturas y verdeos. Después en 4to, 5to y 6to, enseñamos las prácticas del tambo. Ahí hacen de todo, desde trabajos en la manga, el tambo, rutinas de ordeñe, de todo.
Algo interesante es que los chicos de 5to año, tienen la guachera de los machos. Cuando entre al campo se vendían los machos. Y un día, hablando con algunos compañeros vimos que teníamos todo: los insumos, los animales, la práctica, y que inclusive era una parte pedagógica linda para enseñar. ¿Que nos impedía hacerla entonces? Ahí nomás armamos el proyecto y lo presentamos. La idea era hacer cría y la recría de los machos holando, 100% manejada por los alumnos, claro con acompañamiento docente, pero es su responsabilidad. Terminando con la carne para consumo interno y la venta de los excedentes.
Ya en 7mo. año, tratamos de ir encausando el perfil de los alumnos, para la orientación que se sientan más cómodos. Además se trabaja especialmente en la parte administrativa, los números, la parte económica, ya viéndolo como un negocio. Ellos salen de la escuela con el título de Técnico agropecuario.
— ¿Cómo fue tu primer contacto con la parte pedagógica?
– Con mucho susto. Tartamudeando bastante los primeros días. Ni bien entré a la escuela, ya tenía que enseñar. Algo que nunca había hecho ni me había preparado. Saber hacer alguna actividad no es lo mismo que poder enseñarla a otra persona. Eso sí que fue un lindo desafío.
Lo primero que tuve que enseñar era como andar a caballo, todo sobre el recado, mantenimiento del caballo y como recorrer el campo y arriar, como vacunar, etc. Cosas que toda mi vida había hecho, desde los 5 años con mi viejo, pero no sabía cómo volcarlo a los chicos. Muchas veces me equivoqué pensando que los chicos ya sabían alguna práctica particular, o lo tomaba como obvio y no lo transmitía. Y nada más errado. Había chicos que nunca habían estado en el campo y no sabían nada. Eso me chocaba, hasta que entendí y no tenían por qué saberlo. Me acuerdo de eso como mis primeros errores en la enseñanza.
— ¿Cómo es el tambo de la escuela?
– El tambo hoy trabaja unas 200 vacas que producen 27 litros diarios en promedio. El 80% de lo producido se destina al consumo interno. Se usa para el consumo de los chicos, para la guachera y para industrializarla acá mismo, transformándose en dulces, quesos, etc. El 20% restante se comercializa.
Trabajamos con un sistema semi pastoril, usando pasturas de alfalfa, suplementando con silo, también usamos malta y gluten. En la sala de ordeñe, alimentamos con un balanceado que producimos acá mismo en la parte de nutrición, la fábrica de alimentos.
Hoy tratamos de buscar procesos más eficientes, siempre que estén dentro de nuestras posibilidades y acorde a los objetivos pedagógicos. Buscando constantemente de aumentar la cantidad de animales y la producción.
— ¿Cómo definen la dieta de los animales?
– Lo primero que hacemos en analizar la situación en que nos encontramos en el tambo. Junto con Gustavo, quien es el responsable de la fábrica de nutrición, y Matías, nuestro asesor de Primia, vemos como estamos según la época del año. Vemos que faltantes tenemos y consensuamos una dieta. Con la asesoría de Matías determinamos cual es la mejor dieta que podemos armar con los recursos disponibles y cuál es la suplementación que nos falta. Para nosotros el servicio de asesoría es fundamental, porque es constante. Los recursos cambian y no podemos modificar todo el tiempo la dieta en cuanto a necesidades nutricionales. Hoy se nos acaba el maíz y tenemos sorgo. Hay que readaptar la dieta constantemente con el desafío de no bajar la producción de leche.
— ¿Podés contarnos alguna situación?
– Seguro, una reciente de este año. Habíamos presupuestado una cantidad determinada de maíz, y por la situación climática, ese maíz no estaba y no lo pudimos conseguir por ningún lado. Eso derivó que en poco tiempo tuvimos que darles a los animales lo que teníamos disponible: sorgo, cebada, maíz, lo que fuera. Si bien cambiar constantemente nunca es bueno para el tambo, no teníamos opción. Y dentro de todo, logramos pasarla sin afectar mucho la producción. Hicimos malabares pero la pasamos bien.
— ¿Pensás en volver a Bolívar?
– Si, me tira mucho. Hoy estoy muy bien acá, donde trabaja también mi mujer y hace 2 meses soy papá. Pero mi viejo se está poniendo grande ya, y con mi hermana vamos los fines de semana, feriados y nos ocupamos de todo lo que podamos. Me gustaría poder seguir con la chacra de mi viejo, que también fue de mi abuelo. Espero que algún día pueda.
German es un privilegiado de la vida. A fuerza de trabajo, ganas de aprender y dedicación, hoy ocupa su tiempo con otra vocación que lo enamoró. La docencia. Todos sus sueños se agrupan: trabajar en el campo, enseñar y compartir lo que sabe y todo junto a su propia familia que está creciendo. Además el futuro le tiene reservada una chacra para trabajarla. Donde desde gurí y para siempre, va a estar el recuerdo de su padre y su abuelo.